sábado, 2 de mayo de 2009

MONJE (1)


"… al igual que se forman los ventisqueros cuando cesa el viento, así mismo cuando cesa la verdad surge una institución. Pero la verdad sigue soplando por las alturas y al final acaba por destruirla".

Henry David Thoreau



Desde el punto de vista de sus consecuencias, un monje es un ser humano capaz de hacer cesar su propio viento para obedecer al ventisquero que se forma después, obedeciendo hasta el extremo de llegar a ser institución, pero sin dejar de ser también, en las alturas, ese viento que sigue soplando y al final acaba por destruirla. Para ser monje se necesita ineludiblemente una institución, y mientras más fuerte mejor, pero dentro de ella, siendo fiel a ella, es un ser humano radicalmente des-institucionalizado que vive-anticipando una libertad absoluta en el sentido del memorial eucarístico, porque cuando cesa la verdad surge una institución. Como lo expresa Juan Pablo II en su encíclica Ecclesia de Eucharistia: «La Eucaristía hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo multiplica. Lo que se repite es su celebración memorial, la «manifestación memorial» (memorialis demonstratio), por la cual el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre en el tiempo.» Ser manifestación memorial es la única forma de «demostrar», actualizándolo en el tiempo, el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo. La Eucaristía no es institución, es memorial.


Por eso si en el presente siglo los hombres y mujeres que sean memorial no toman el volante, la humanidad definitivamente se irá al despeñadero. Obvio. A estas alturas y simas de la aventura humana el poder tiene que estar en manos de quienes sean capaces de ser al mismo tiempo institución y viento porque sólo ellos pueden impedir que cese la verdad. La verdadera y por lo tanto la única política humana tiene que ser forzosamente Eucarística, memorial. Política en el sentido de esta definición que da el diccionario: «Hábil para tratar a la gente o dirigir un asunto: hay que ser muy político para llevar a cabo este proyecto sin ofender a ninguno de los afectados.» Y hoy por hoy, la institución más hábil para tratar a la gente y dirigir sus asuntos sin ofender a ninguno de los afectados, es, sin duda, la institución monástica. En términos de Vida no podemos añadir ni multiplicar nada, por ahí lo único que logramos es exacerbar nuestros tumores; de lo que se trata es de actualizar en nuestro tiempo y circunstancias la plenitud que ya somos y que no podemos dejar de ser de ninguna manera: El hombre sabio, entonces, cuando ha de gobernar, sabe cómo no hacer nada. Al dejar las cosas estar, descansa en su naturaleza original. Aquel que gobierne respetará al gobernado ni más ni menos que en la medida en que se respete a sí mismo. Si ama su propia persona lo suficiente como para dejarla descansar en su verdad original, gobernará a los demás sin hacerles daño. Dejadlo que evite que los profundos impulsos de sus entrañas entren en acción. Dejadlo estar tranquilo, sin mirar, sin oír. Dejadlo estar sentado como un cadáver, con el poder del dragón vivo en torno de sí. En completo silencio, su voz será como el trueno. Sus movimientos serán invisibles, como los de un espíritu, pero los poderes del Cielo irán con ellos. Inalterado, sin hacer nada, verá todas las cosas madurar a su alrededor. ¿De dónde sacará tiempo para gobernar?.

(Thomas Merton comentando/parafraseando al filósofo chino Chuang Tzu)

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